DECLARACIÓN DE INTENCIONES

El único objetivo de este espacio virtual es el de compartir experiencias reales, por irreales que parezcan, e incitar al pensamiento crítico desde el humor, para evitar caer en el suicidio colectivo de los compañeros de profesión.
Todos los comentarios vertidos aquí, aunque de distinta procedencia, son rigurosamente ciertos y han sido recogidos de las experiencias diarias de compañeros y amigos, como de las mías propias, si bien se han modificado nombres, fechas o cualquier referencia que les identifique para conservar su privacidad.

Espero que, como a mí, os sirva de terapia o símplemente os haga pasar un buen rato. ¡Nos leemos!

domingo, 8 de mayo de 2011

¡CASCALES, AL ENCERADO!

No hace mucho tuve el privilegio de charlar con el padre de un buen amigo, un señor de avanzada edad, respetado por todos, que compartió conmigo su experiencia de ir a la escuela allá por el año 1939. La verdad es que resultó ser muy interesante para ambos, pues los contrastes entre el modelo educativo de entonces -prácticamente por definir- y el actual  -prácticamente por redefinir- supusieron un extraordinario punto de partida para reflexionar sobre las diferencias entre estas dos generaciones de alumnos y profesores.

No es mi intención establecer paralelismos históricos más propios de un INFORME SEMANAL que de un blog pensado para dibujar una sonrisa en mis escasos pero fieles lectores. Por este motivo solo destacaré aquellos aspectos de la conversación que despertaron en mí precisamente eso, una sonrisa.

Para empezar, la actitud. Mi interlocutor recordaba cómo muchos de los escolares, de padres agricultores, obsequiaban al maestro con frutas u hortalizas de temporada, y cómo aquél simbólico presente era repartido, por un profesor en concreto, entre los chavales más necesitados, sin guardar nada para sí salvo la voluntad de ayudar a cuantos alumnos tuviera a su cargo.

Me cuesta imaginar un panorama similar hoy día, donde lo más parecido que pasa por mi cabeza no es una mesa repleta de verduras, sino de teléfonos móviles y reproductores mp4 o 5... o mp15 (importado de vaya usted a saber dónde) confiscados, no sin dificultad, por el diligente profesor. En este caso, semejante despliegue no tendría como fin repartirlo entre los más necesitados -seguramente el propio docente será portador de la tecnología generacionalmente más obsoleta- sino que desearía venderlos y obtener a cambio los libros, escuadras y material que CASI NINGUNO DE SUS ALUMNOS ha podido comprar todavía en pleno mayo -asfixiados por las elevadas facturas de sus juguetitos tecnológicos, se entiende-.

No, ya no hay verduras en las aulas -es un decir; a veces sí se agrupan unos cuantos especímenes, literalmente dejados caer sobre la mesa, al fondo de la clase, configurando un precioso motivo de naturaleza muerta-.

Tampoco se practica ese respeto al profesorado que se tenía antaño y que hoy debe existir allá dónde se sacan los mp15.

El tema del material también ha cambiado mucho: hemos pasado de un único libro a seis mil; de un simple lapicero a un alumnado simple con infinidad de bolis de colores y rotuladores con purpurina,  para que los exámenes que no se dejen en blanco parezcan un panfleto propagandístico del día del orgullo gay. Y los complementos que no pueden faltar en un estuche que se precie son el espejito de la bruja de blancanieves -que no tiene huevos a decirle lo que parece a la extramaquillada de turno- y un aplicador de Tipp-ex. Alumnado precavido vale por dos: si no tienes intención de escribir correctamente en los próximos cincuenta años, por qué no aprovisionarte de ingentes cantidades de líquido corrector -bien para modificar un texto, pintarse las uñas, grafitear o tunear mochilas y estuches -propios y ajenos-... y además comprobar cada cinco minutos que estás divina de la muerte "¿Verdad, espejito?".

De la indumentaria ni hablamos: faldas-cinturón, calzoncillo bien visible, gorras y capuchas para ocultar tímidamente esa espinilla que es tu cara, ... cualquier cosa es válida para reafirmar la identidad que creemos tener hoy. Mañana será otro día. A estas edades es una cuestión de principios. Eso sí, ropa ancha para que no nos tire de sisa y nos quepan todos nuestros principios, porque hay que tenerlos cuadrados. Los principios, digo.

Por fortuna en el IES donde actualmente trabajo -que fiel a los principios de este blog mantendremos en el anonimato: llamémoslo IES de SENOLAF- no se han extendido demasiado estas tendencias que sí he podido constatar en otros Centros y latitudes. Toco madera -cloc, cloc-).

Y para terminar con las señas de identidad de buena parte del alumnado de hoy en día, complejo y diverso pero siempre fascinante, hablemos del trato. Por supuesto que el trato entre alumnado y docente ha cambiado, como lo ha hecho la sociedad -bienaventurados quienes se crucen por la calle con un igual que les salude con un "buenos días" o "buenas tardes" sin conocerles de nada-. En algunos lugares se practica todavía el trato de "usted" -herencia del latín, del profesor de latín en mi caso, que por aquel entonces era el último vestigio de ese trato de cortesía entre profesores y alumnos-. Es verdad que en algunos casos el "usted" podría ser interpretado como el deseo voluntario de establecer distancia y podría ser considerado un poco hostil pero, lejos de agraviar, su uso suele estar sujeto al respeto al dirigirse al otro con este tratamiento. Para evitar displicencias en este asunto, durante años, el "usted" o el tuteo" se ha visto eclipsado por subrayar la identidad del otro, no ya dirigiéndose a él o ella por su nombre, sino por su apellido.

Recuerdo, ciertamente, cuando a más de uno se nos llamaba a filas para resolver un ejercicio con la rimbombancia del apelativo: "García", "Morales", Belmonte", "Cascales"...

También nuestro arcaico profesor de latín, todo un señor, siempre respetado aún desde el tuteo que le practicábamos, nos llamaba por el apellido. No me imagino yo a este buen hombre, ya jubilado -antes de cumplir los 67- referirse a su alumnado hoy día, invitándoles a salir a la PIZARRA DIGITAL para declinar el "ROSA-ROSAE": -Señores LYUVENOV, OUARRALI, LEMMOUH. Señoritas DE SOUZA, WORTSCHINSKI, KARTOFFEL... Me temo que el bueno de Paco -al que mando un fuerte abrazo- mandaría siempre salir a la pizarra a aquellos cuya fonética se lo permitiera, con lo que GARCÍA, MIRALLES O ANTÓN estarían sentados en primera fila por designios del profesor, con un permanente temblor de rodillas esperando corregir lo incorregible.

Lo que os decía... -momento que dedico para suspirar con cierta añoranza antes de finalizar esta entrada- Qué lejos queda la expresión: -"CASCALES, AL ENCERADO".

2 comentarios:

  1. Mi más sincero respeto por tan magna obra de literatura.
    Querido compañero de batallas desde los tiempos de la Abae, se me saltan las lágrimas al oir (o leer) hablar del gran Paco, PROFESOR de Latín con el que no conseguí aprobar ni un examen en todo 2º de BUP hasta que, tras un largo verano de declinar (más bien dos semanas al final) junto a mi entonces novia y ahora santa esposa, conseguí sacar un notable en el examen de septiembre. Qué recuerdos... y cómo cambian los tiempos. Todavía guardo un gran y cariñoso recuerdo de aquel profesor que me decía -"Fran, el Latín no es lo tuyo... ni lo será nunca"- y del que jamás hablé mal. Ahora suspende un alumno que no te ha entregado ni la mitad de los trabajos y ha faltado más de lo que ha aparecido por clase y ya eres "el cabrón de Plástica" (se pueden decir tacos en tu blog???)
    Con el debido respeto, un saludo cariñoso y casto desde Elche.

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  2. felicidades amigo, te recomiendo un libro:AL ENCERADO! del periodista Ignacio Elguero, me he identificado con todo lo que allí describe. Saludos
    Rosa.

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